En primer lugar, ubiquémonos conociendo ligeramente a la persona de San José: es conocido como Patriarca, Confesor, Esposo de la Santísima Virgen María y Patrón de la Iglesia Universal. Significado de su nombre: Dios salva. Su apodo: el Santo silencioso. Su nacimiento: fecha desconocida en Belén de Judá. Su fallecimiento: antes del inicio de la vida pública de Jesús en Nazaret de Galilea. Es venerado en: la Iglesia Católica y en la Iglesia Ortodoxa. Su festividad se celebra: el 19 de marzo en el rito romano, el domingo siguiente a la navidad en el rito bizantino, el 3 de enero en el rito mozárabe y el 1 de mayo San José obrero (fiesta del trabajo). Sus atributos: por antonomasia, con el niño Jesús en brazos; vara florida, con azucena o nardo; cayado y serrucho de carpintero. Patronazgo: Iglesia universal (declarado por el papa pío IX en 1870). Países que lo tienen como patrono: Austria, Bélgica, Canadá, Corea del Sur, Italia, México, Nueva Zelanda, Panamá, Perú y Vietnam. Personas y situaciones en las que se le reconoce como patrono: protector de la familia cristiana, carpinteros, emigrantes, viajeros, niños por nacer; por antonomasia, es el «patrono de la buena muerte» por atribuírsele haber muerto en brazos de Jesús y María.
Con motivo de los 150 años de la declaración de San José como patrono de la Iglesia universal, el Papa francisco exalta las cualidades y la grandeza de San José. Al respecto Manuel Ruiz Martínez-Cañavate sintetiza: “José amó a Jesús con corazón de padre –“patris corde”-. El Santo Padre nos regala esta declaración para iluminar una cualidad que puede pasar desapercibida ante la grandeza de José. Y es que el gran Santo nos demuestra que Dios “puede actuar a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades y de nuestra debilidad”. Es ésta una característica notable, pues es reflejo de que la grandeza de Dios con frecuencia se revela precisamente valiéndose de la pequeñez. Tenemos que estar atentos”. El año Santo de San José va del 8 de diciembre de 2020 al 8 de diciembre de 2021. Para realizar la obra de la salvación Dios quiso valerse del hombre mismo, porque como nos dice San Agustín “Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Y por ello para enviarnos al Señor Jesucristo a cumplir la obra de la salvación, Dios quiso valerse de la Santísima Virgen María y de San José, siervos humildes para hacernos entender que la gracia, el poder y la misericordia de Dios se manifiestan en medio de la fragilidad humana, ya que la fortaleza, el poder y el auxilio nos vienen del Señor. En las reflexiones de forodelavirgen.org/93325/5-lecciones-san-jose, encontramos: “Mientras que los estudios señalan la importancia del papel del padre en el crecimiento varonil de los niños. Hay evidencia de consecuencias graves cuando el padre falta. Entonces llegamos a que la responsabilidad de San José fue apoyar a Jesús en el desarrollo de una identidad masculina de acuerdo a la ley natural. María podría dar a Jesús su cuerpo físico, pero no su identidad varonil. Eso tenía que venir a través de San José. Y debido a su rol en la familia, debe ser el sano modelo a seguir”. Sin lugar a equivocarnos podemos decir que cuando la sociedad ha ido sacando a Dios de su vida, de la familia y de las instituciones y cuando hemos tergiversado la escala de valores, se ha iniciado un caos y una confusión muy seria que nos tiene al borde del colapso. Necesitamos volver Nuestra mirada y nuestro corazón al Señor Jesucristo y asumir en nuestra vida personal, social y familiar la vida y el testimonio de San José. Reflexionemos las cinco lecciones que da san José a los padres de hoy: 1. Dar el ejemplo con la acción: “Ser un ejemplo a través de la acción es la forma primordial en que los padres deberían imitar al papá terrenal de Jesús, que era un ejemplo de moral tranquila como jefe de la Sagrada Familia”. 2. Amar a la esposa: “Para Mons. Charles Pope de Washington, “El primer regalo que todo padre puede dar a sus hijos es amar a su madre y a hacer cualquier sacrificio necesario para permanecer fiel a ella, aferrarse a ella y asegurarse de que el matrimonio es fuerte”. 3. Mantener las prioridades en orden: “San José puso su vocación de esposo y padre antes que su carrera”. Se le pidió huir a un país diferente, Egipto, con el fin de proteger a Jesús, dejándolo todo y no pensar: ¿Qué pasa con mi trabajo? ¿Y mi carrera? 4. Hacer la voluntad de Dios: “La importancia de vivir como Dios quiere es una necesidad para un padre también. San José obedeció tan pronto como él supo cuál era la voluntad del Señor sin dudarlo”. 5. Ser humilde: “La humildad de San José es también una lección para los papás. “Se disponía a cumplir con la Sagrada Familia con mucha humildad, sin buscar ningún tipo de compensación, y confiaba totalmente en la divina Providencia.” La comunicación de José se da a través de sueños, a través de los cuales el ángel del Señor le ordena lo que debe hacer Mt 1, 20-21; 2,13. El evangelio solo dedica a San José unas cuantas frases y no cita ni una sola palabra suya. Solo resalta su muy atractivo silencio y con esto basta para hacer un gran relato suyo. Ojalá imitemos a San José en el silencio, en la obediencia, en el ser justos y en saber escuchar y obedecer a Dios, haciéndonos dóciles instrumentos en sus manos. Dios los bendiga, Sady Pbro. Semillas De Esperanza“NADA MÁS PERFECTO QUE EL AMOR”El Señor Jesucristo nos dice: “Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos” (Jn 15,13). El verdadero amor me lleva no a buscarme a mí mismo, que es egoísmo, sino a buscar a los demás, a pensar en el bien y en la felicidad del otro. El que se ama así mismo no puede amar a los demás, no puede pensar en el bien común y en el bien de su prójimo, ni puede amar a Dios por encima de todo y de todos. El que se ama a si mismo busca sus éxitos personales y su exaltación, el que ama a su prójimo busca el bien común, la promoción del otro y la gloria de Dios. “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Co 13, 4-7). Necesitamos pedirle a Dios la gracia de aprender a amar, no solo amarnos a nosotros mismos, sino amar a nuestro prójimo y amarlo, adóralo y glorificarlo a Él.
En este mundo movido por el egoísmo, en el que primero estoy yo, segundo yo y tercero yo. En este momento histórico del consumismo en el que aprendemos a “úselo y bótelo” y como nos dice el Papa Francisco en esta cultura de la indiferencia ante las dificultades del otro y del descarte, es necesario que rescatemos el significado del amor y queramos proponernos el trabajo de construir una cultura del amor y de la solidaridad donde nos preocupemos más por el otro, por mi prójimo, saliendo de nosotros mismos y poniéndonos en camino al encuentro del otro, de la ayuda mutua, del cuidado y la preocupación por los demás. En el momento presente necesitamos hacer nuestra, con toda la decisión la espiritualidad de Juan el Bautista: “Es necesario que yo disminuya para que Él crezca” (Jn 3,30). Juan Bautista lo decía refiriéndose a Nuestro Señor y al referirse al Señor indiscutiblemente hay una relación con nuestro prójimo. Nosotros parafraseando con el Bautista, en las relaciones interpersonales debemos decir con frecuencia: “Es necesario que yo disminuya para que ellos crezcan”, en cuanto que el Apóstol y evangelista San Juan en su primera carta nos dice: “Si alguno dice: “Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn 4, 20-21). Debe haber una preocupación clara y constante en nosotros por no dejarnos enredar por este mundo egoísta que nos invita y enseña a buscarnos y consentirnos a nosotros mismos, para aprender a salirle al paso, buscar con actitud solícita y con caridad y amor sincero al prójimo. No podemos seguir apoltronados en la comodidad egoísta de nuestra propia persona, necesitamos advertir la urgencia de vivir en el dinamismo del encuentro, de la solidaridad y de la preocupación por el otro, por su bien, por su promoción. Este mundo congelado por el frio de la indiferencia y del egoísmo necesita de dolientes que se conmuevan y quieran transformar la realidad, para salir del egoísmo y crear un clima de calor humano donde vivamos en mayor fraternidad, solidaridad, justicia y paz. Si rompemos el hielo del egoísmo, la indiferencia ante el otro y el desamor, seguro que habrá la capacidad del encuentro fraterno donde haya más tolerancia y vivamos en justicia y paz. Si nos respetamos como personas con diferencias, pero con los deseos de caminar juntos y ayudarnos a superar los obstáculos y dificultades, llegaremos con menores esfuerzos y en menor tiempo a la meta que nos hayamos trazado, porque cuando avanzamos juntos hacia la misma dirección nos podemos ir dando la mano y la unión hace la fuerza. Dios los bendiga, Sady Pbro. Semillas De Esperanza “A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró donde ella estaba, y le dijo: –¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo. Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: –María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo: y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y reinará por siempre en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin” (Lc 1, 26-33).
Con lujo de detalles San Lucas en el pasaje del Evangelio que acabamos de leer, nos narra como Dios en su infinito amor, pensando en nuestro rescate, envía a Su Hijo Primogénito, el que estaba junto a Él, desde siempre, en la Gloria eterna. “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” (Fl 2, 6-7). Esto quiere decir que Dios se tomó en serio y con gran derroche de generosidad, el venir hasta nosotros a través de su Hijo Jesucristo. Jesús, obediente por amor, se pone en camino, no se ahorra ningún esfuerzo, no escatima el desprendimiento de su comodidad, no vacila por temor a los riesgos altos y los desafíos fuertes por los que pasará por nuestro bien. Dios realiza todo un plan salvífico para nuestro bien. Ese plan es grande e implica amor, generosidad, fidelidad, anonadamiento y donación absoluta. Nosotros debemos responderle a Dios de la misma manera, ante los desafíos del momento presente; no podemos acostumbrarnos al aislamiento de Dios en la vida sacramental, ni en la oración y las prácticas de piedad y caridad. “Necesitamos volver con alegría a la Eucaristía” y a la recepción de los demás sacramentos. Es cierto que debemos ser bien prudentes, por lo que debemos observar todos los protocolos de bioseguridad, pero no podemos acostumbrarnos a la vida de piedad, litúrgica y sacramental virtualmente. A veces me pregunto: ¿Por qué no nos da miedo ir al mercado, a la tienda, al banco, al restaurante a lugares públicos donde en repetidas ocasiones hay conglomeraciones? Y ¿Por qué a la Iglesia, donde se cumplen estrictamente, y mejor, los protocolos de bioseguridad, nos da miedo ir? ¿Por qué nos estamos acostumbrando a ver la Eucaristía virtualmente y no volvemos a nuestros Templos? El Señor Jesús no nació virtualmente. Vino a nosotros a través del misterio de la encarnación y ahora nacerá sacramental y espiritualmente en nuestro corazón. Él se puso en camino a través del gran misterio de la Encarnación en esa larga jornada desde el cielo hasta la tierra, nosotros pongámonos en camino desde y con nuestra familia para permitir que el Niño Dios nazca en nosotros a través de la Celebración de la Eucaristía y el Sacramento de la reconciliación. Necesitamos ponernos en camino al encuentro con Jesús a través del encuentro con los pobres, de las obras de misericordia, de la solidaridad, del perdón, de la conversión y de la vida en el Espíritu. ¡” Volvamos con alegría a la Eucaristía”! ¡Vivamos nuestra vida cristiana con fe, esperanza y alegría! Cristo que es la Vida misma, no tuvo ningún reparo en entregar su vida en rescate de nuestra vida, y nos dice: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?” (Mc 8,35-36). Cumplamos estrictamente todos los protocolos de bioseguridad y así como salimos a otros quehaceres cotidianos ¿Por qué no volvemos al Templo a la celebración de la Eucaristía? El Cardenal Robert Sarah, prefecto de la congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en carta remitida a las conferencias episcopales de todo el mundo nos dice: “La Iglesia continuará protegiendo la persona humana en su totalidad. Ésta testimonia la esperanza, invita a confiar en Dios, recuerda que la existencia terrena es importante, pero mucho más importante es la vida eterna: nuestra meta es compartir la misma vida con Dios para la eternidad”. Navidad es encuentro, perdón, reconciliación, amor, unidad, compartir, abrir el corazón a Dios y a mi prójimo. Navidad es limpiar mi corazón del pecado, preparar mi corazón como pesebre para que nazca Dios. Navidad es alegría, fraternidad, justicia y paz. Navidad es permitir que Dios llegue hasta nosotros. No nos privemos de todos y de todo lo que nos acerca al Señor y nos permite experimentar la luz de su presencia resplandeciente y gozosa en nuestra vida. ¡Navidad es Dios con nosotros y nosotros con Dios! ¡Feliz y bendecida Navidad! Atento y fraternal saludo y mi oración y mis mejores deseos porque tengan un próspero y bendecido año nuevo 2021, Sady Pbro. Semillas De Esperanza ![]() Que hermosa escena, a la que muchas veces no le damos toda la importancia que tiene: “Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo preferido, dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu Madre””. (Jn 19,26) … El amor infinito y misericordioso de nuestro Señor Jesucristo no le permitió ahogarse en el dolor y olvidar el cuidado cercano que nos ofrecería aun después de su retorno a la derecha de su Padre, donde vivía desde siempre, sino que aún en medio de su pena y después de habernos prometido que regresaba al cielo, no para dejarnos solos, sino para enviarnos al Paráclito que abogaría por nosotros y que asistiría a toda la humanidad extendida entre los cuatro puntos cardinales de la tierra y a través de todos los momentos de la historia, ahora en medio de su sufrimiento hasta el extremo, nos muestra el amor hasta el extremo que nos tiene: “Ahí tienes a tu Madre” a quien acompañarás y llevarás a tu vida, porque ella te acompañará y te auxiliará e intercederá por ti en los momentos más cruciales de tu existencia. Que cuadro tan perfecto en el que se nos muestra una vez más a Nuestro Señor amorosamente compadecido y preocupado por el cuidado y el bienestar de la humanidad. Perfectamente se perciben los sentimientos de Jesús, resaltando los trazos del amor divino, de su misericordia infinita, de su compasión y ternura inagotables, de la entrega generosa, de la confianza sin sombras y del fino cuidado que nos ofrece. Nos deja a su santísima Madre, para que recibamos de ella, lo que Él recibió desde su concepción hasta la cruz, lo que Él recibió de ella en los momentos de gozo, como en los de luz, en los de dolor y en los de gloria. El Señor que conocía bien a su santísima Madre sabía que podíamos contar con su amor maternal y su poderosa intercesión. Nuestra Madre Santísima, tan obediente a los planes salvíficos de Dios, no ha vacilado en ningún momento en salir a auxiliar a sus hijos que sufren en los diferentes lugares del mundo y en los distintos momentos y circunstancias de la historia. En 1531 en medio de los azotes que vivía la raza Azteca por el rigor de la conquista y las epidemias que los doblegaban, aparece la santísima Virgen María, bajo la advocación de Guadalupe, en el cerrito del Tepeyac, para decirle en la persona de San Juan Diego, a quienes acongojados sucumbían: “Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?”. El viernes 26 de diciembre de 1586 a eso de las nueve de la mañana, en los tiempos en que cantidades de indígenas morían por la epidemia de la viruela, en Chiquinquirá Colombia, una india cristiana llamada Isabel, un niño mestizo de 4 años llamado Miguel y doña María Ramos vieron con asombro la transformación que se había operado en la pintura del cuadro de nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, pintura que después de estar tan deteriorada y abandonada ahora estaba “tan lúcida y renovada de alegres y celestiales colores que era una gloria el verla” y ahora es venerada en la basílica de Chiquinquirá como la reina y patrona de Colombia. Así en cada uno de los lugares de la geografía de todos los continentes de la tierra, ella, bajo diferentes advocaciones, sale al paso de cada uno de sus hijos que estamos pasando por alguna dificultad para decirnos: “No temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia, ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre?”. Hoy cuando nos azota el flagelo del coronavirus 19 necesitamos ponernos en el regazo maternal de la Emperatriz de las Américas, Santa María de Guadalupe, implorándole su amparo maternal, su intercesión ante su Hijo, el Rey de reyes y Médico de cuerpo y alma, para que mitigue el rigor de la pandemia mundial y nos permita superar este momento de peligro. Santísima madre, Santa María de Guadalupe, que hoy volvamos a escucharte: “¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?”. A tu auxilio nos confiamos, Madre de Dios y Madre nuestra, e imploramos tu protección para nuestros pueblos. Dios los bendiga, Sady Pbro. AMEMOS, RESPETEMOS Y SIRVAMOS A LA VIDADios nuestro Padre desde el momento de la Creación nos enseña que Él realizó todo cuanto existe en el universo en seis días y descansó uno y nos pide que seamos co-creadores, que trabajemos para dejar el mundo mejor de lo que lo hemos encontrado, que nos sirvamos de la creación y la cuidemos, pero también descansemos, que guardemos el sábado y le demos gloria a nuestro Padre y Creador.
Con el misterio pascual de Jesucristo nuestro Señor, sabiendo que Él murió y resucitó para darnos nueva vida, podemos comprender que el domingo es el día de la nueva creación porque Cristo recrea y hace nuevas todas las criaturas. (Domingo viene de la declinación latina dominus-domini = Señor) por ello ahora descansamos el domingo, en cuanto que es el día del Señor, el día de la nueva Creación. La sociedad de consumo nos ha querido quitar el día del Señor, el día de descanso, el día de estar en familia, el día de renovar nuestras fuerzas corporales y nuestro espíritu. ¡Necesitamos rescatar el sentido del domingo! Las maquinas también necesitan descanso y mantenimiento. En el Evangelio según San Lucas encontramos: “Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían. Algunos fariseos les dijeron: “¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?” Jesús les respondió: “¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?” Después les dijo: “El Hijo del hombre es dueño del sábado”” (Lc 6, 1-5). Con este pasaje evangélico el Señor nos enseña que debemos vivir las tradiciones, aun las religiosas, no desde la ley y la letra por la letra, en cuanto que esto mata. Debemos vivir las tradiciones desde el Espíritu, porque el Espíritu nos da vida. Debemos asumir las tradiciones con el verdadero sentido; por ejemplo, el sentido del domingo, día del Señor, día de descanso es para glorificar a Dios, para restaurar las fuerzas y el ánimo del cuerpo y del espíritu, no para aniquilar al ser humano, no para ir en contra de la salud, de la vida y de la dignidad de la persona. Hoy se piensa, o nos han hecho pensar, que si no trabajamos el domingo no vamos a tener lo necesario para el sustento. Eso es mentira. Con absoluta seguridad que si le damos el lugar que le corresponde a Dios, si sacamos tiempo para cultivar nuestra vida espiritual, para la familia, para el descanso, no nos va a faltar lo necesario para el sustento, con seguridad vamos a poder vivir mejor, vamos a tener más vitalidad, más dinamismo, más energía y la gracia de Dios nos hará más capaces de asumir la vida y los retos que se nos presenten con mayor lucidez y dinamismo. Dios nunca se deja ganar en generosidad; con Dios siempre salimos ganando. No nos hemos preguntado, ¿Por qué ahora tanto correteo para un lado y otro, estrés, familias rotas y disfuncionales, mucha más gente que no le encuentra sentido a su existencia y hasta se suicida, tanta descomposición moral y social? ¿No será que por la ambición de conseguir más dinero, cosas y confort estamos dejando de lado lo fundamental y nuestra vida se vuelve caótica? ¿No será que necesitamos sentarnos a replantearnos la vida? ¿No necesitaremos hacer una auténtica jerarquización de los valores donde le demos el primer lugar a Dios y a su plan de salvación, el segundo lugar a la familia, el tercer lugar al descanso, el cuarto lugar a nuestros amigos y el quinto lugar a nuestro trabajo asumiéndolo con generosidad y responsabilidad en los horarios establecidos? El Señor nos enseña que lo glorificamos con todo lo que hacemos a favor de las personas y de la creación. Por tanto, saquemos tiempo para la conexión con Dios, con la familia y con la comunidad, en procura de una vida más estable, armónica y saludable a nivel personal, familiar, eclesial y social. Él nos enseña que cada vez que estamos a favor de la vida lo estamos glorificando, porque la gloria de Dios es el hombre viviente ya que Él nos creó a su imagen y semejanza y nos creó para que seamos felices. Dios los bendiga, Sady Pbro. LIBERTAD DE CONCIENCIA Y BÚSQUEDA DEL BIEN COMÚNPara ejercer el derecho y el deber del voto con honestidad, libertad, conciencia y en la búsqueda del bien común conozcamos cual es el verdadero significado de la política y en que consiste el voto: “Para Aristóteles, una sociedad es sana si los ciudadanos participan activamente en el gobierno. Aristóteles observó que los seres humanos tienen tendencia natural a formar unidades sociales: se juntan para formar familias; las familias, para formar aldeas; y las aldeas, para formar ciudades. Así como hay animales –las abejas o el ganado– que se distinguen por formar colonias o rebaños, los humanos son sociables por naturaleza, Así como podría haber definido a un lobo como un animal de manada, Aristóteles dice que «el hombre es un animal político por naturaleza». Esto no quiere decir que tenga una tendencia natural hacia las actividades de la política en el sentido moderno de la palabra, sino que su naturaleza le impulsa a vivir socialmente en una polis.
La vida buena: La idea de la polis como fenómeno natural y no humano apoya los pensamientos de Aristóteles sobre la ética y la política de la ciudad-estado. Al estudiar el mundo natural, concibió la idea de que todo lo que existe tiene un propósito, y decidió que, en el caso de los humanos, este es llevar una «vida buena». Según Aristóteles, esto significa alcanzar virtudes como la justicia, la bondad y la belleza. Así, el propósito de las polis es permitirnos vivir de acuerdo con esas virtudes. Los antiguos griegos consideraban la estructura del Estado –que permite a la gente vivir junta y protege la propiedad y la libertad de los ciudadanos– como el medio para conseguir la virtud como fin. Aristóteles identificó diversas «especies» y «subespecies» dentro de la polis. Dijo que lo que distingue al hombre de los demás animales es su capacidad innata de razonar y de hablar, lo cual le confiere la capacidad única de formar grupos sociales y establecer comunidades y asociaciones. Dentro de la comunidad de una polis, los ciudadanos crean una organización que garantiza la seguridad, la estabilidad económica y la justicia del Estado, no mediante un contrato social impuesto, sino porque está en su naturaleza hacerlo. Para él, las diferentes maneras de organizar la vida de la polis no existen para que la gente pueda vivir junta (ya que esto lo hacen por su propia naturaleza), sino para que pueda vivir bien. Su éxito en alcanzar este objetivo, observa, depende del tipo de gobierno que escojan. (Publicado por Grupo Akal el 19 de mayo de 2020). Según la definición de editar: “El voto es el acto por el cual un individuo expresa apoyo o preferencia por cierta moción, propuesta, candidato, o selección de candidatos durante una votación, de forma secreta o pública. Es, por tanto, un método de toma de decisiones en el que un grupo, tal como una junta o un electorado, trata de medir su opinión conjunta. El voto es parte esencial en todos y cada uno de los sistemas de gobierno que se basan en la democracia y tienen que ser especializados con recolecta de votos y firmas de la familia del que se lanza a la elección. Gracias a este, se pueden tomar decisiones importantes de manera equitativa y haciendo valer el punto de vista de cada persona. Por otro lado, el voto es considerado como igual, es decir, cada voto tiene el mismo valor, sin importar quién sea el elector”. “La democracia, presupone la celebración de elecciones periódicas mediante el sufragio universal, libre, igual, directo y secreto. Todas estas características se consideran actualmente condiciones necesarias para la democracia y el incumplimiento de una sola de ellas nos remite a un sufragio no democrático, que puede ser restringido, no libre, desigual, indirecto o público”. De ahí la importancia que nosotros nos acerquemos a la votación con libertad, honestidad, verdad y transparencia, no vendiendo nuestra conciencia ni en búsqueda de intereses personales y egoístas, sino en búsqueda del bien común, de querer lograr el bienestar de todos, respetando el pensamiento y los derechos de los demás y haciendo valer y respetar nuestros derechos. Un buen ciudadano cumple con sus deberes, respeta el pensamiento y el actuar de la otra persona, así no comparta o esté de acuerdo con sus ideas y decisiones y se sabe valorar así mismo procurando hacerse respetar como persona inteligente, capaz de decidir por sí mismo, no dejando que manipulen su conciencia, ni permitiendo que un titiritero lo manejen como títere, a su antojo y conveniencia. Un buen ciudadano sabe cumplir sus deberes y exigir sus derechos. Con mayor razón, un ciudadano creyente, que sabe que el Rey del Universo, Cristo nuestro Señor, “ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia” (Jn 10, 10) y tiene en su corazón y en su mente los valores y los principios del amor, la verdad, la justicia, la rectitud de conciencia y la honestidad, busca como criterio, que se respeten las leyes del Supremos Legislador del Universo, procurando el que se haga una autentica escala de valores donde se le dé lugar al aprecio y respeto de la dignidad de la persona humana y su vida y la búsqueda del bien común, por encima de los intereses personales y egoístas, porque comprende lo que nos dice el Señor: “Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos y conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. (Jn 8, 31-32). Dios los bendiga, Sady Pbro. ¿QUÉ LE DUELE A DIOS DE NUESTRAS ACCIONES?![]() Hoy, después de XXI siglos, no pierden vigencia los siete ayes de Jesús en el capítulo 23 del evangelio según San Mateo. ¿Y que son los siete ayes? Las siete veces que el Señor dice “Ay de ustedes”. Aquí vamos a retomar algunos de ellos para reflexionar al respecto. *”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: ¡la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!” (Mt 23, 23-24). El Señor nos está diciendo que es oportuno el cumplimiento de la ley, pero que en nada es bueno idolatrarla y cumplirla solo por cumplirla con actitud fría, solo porque nos vean. Nos invita el Señor a no dejarnos llevar por el fariseísmo y la hipocresía. Con ocasión de la pandemia mundial podríamos decir que algunas leyes tienen un tinte de fachada farisaica y discriminatoria a las cosas de Dios: se pueden reabrir las piscinas, los gimnasios, los terminales de transporte, los restaurantes, pero las Iglesias solo los domingos. *”¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!” (Mt 23, 26). Cuantas veces nos preocupamos solo por lo exterior, por lo económico, por la diversión y lo placentero y no nos interesa o le ponemos objeciones a la vida interior. Hoy nos preocupa demasiado por tener un asesor de imagen, nos preocupa la apariencia, el qué dirán, el aparecer y olvidando el SER; olvidando el verdadero sentido de nuestra existencia, descuidamos el verdadero sentido de vivir en coherencia, en honestidad, en ser luz que ilumine las tinieblas del mundo en que vivimos. ¡Que contradicciones! no podemos seguir queriendo humanizar a los animalitos y arremeter contra su maltrato, mientras aceptamos o aplaudimos la pena de muerte, el crimen horrendo del aborto, la eutanasia y cualquier otro atropello contra la vida y la dignidad del ser humano. Es cierto que el maltrato animal es algo irreprochable, pero aún más deplorable es el atentado contra la vida humana. Rechazar lo uno y aplaudir y aceptar lo otro es una hipocresía. ¡Cuántas veces se habla y se lucha por los derechos y la igualdad de las minorías, pero se le quiere imponer a las mayorías los pensamientos y las ideologías de las minorías ¿Esto será lógico? ¿No será más bien una hipocresía? *”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.” (Mt 23, 27-28). No aparentemos lo que no somos, no nos mostremos como buenos si retenemos en el corazón odios, rencores, infidelidades, ambiciones mezquinas, malas intenciones, afectos desordenados e inmoralidades, que son como huesos y podredumbre. Si queremos vivir elegantes y bien presentados exteriormente, ¿por qué no preocuparnos por vivir limpios y elegantes interiormente? ¿Po que no preocuparnos por tener limpia y transparente nuestra alma? No nos quedemos solo en lo exterior, dejémonos guiar por el Santo Espíritu. *”¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ¡Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!” (Mt 23, 29-30). No podemos primero destruir con actitudes y palabras a una persona y después quererle levantar mausoleos sobre sus cenizas. No es justo que pisoteemos la dignidad de una persona y después hipócritamente la ensalcemos. Nos urge valorar en verdad a las personas en vida, no vacilemos en hacerle saber nuestro cariño y aprecio a nuestros seres queridos. Reconozcámosle a las personas sus valores, talentos y carismas. No tengamos miedo decir con frecuencia gracias, perdóname, ayúdame, te amo y eres importante para mí, pero en el momento oportuno. Si damos una mención de honor o una condecoración hagámoslo en vida. No le causemos más dolores al Señor con nuestras acciones, preocupémonos por ser más coherentes, honestos y diligentes. Dios los bendiga, Sady Pbro. NO PERDAMOS LA DIMENCION DEL DISCIPULADO
En el momento presente necesitamos aprender a ser discípulos, entendiendo que discípulo es el que escucha, se deja enseñar, sabe obedecer y acepta con humildad que puede aprender de otras personas. Un buen discípulo es el que aun conociendo de lo que le están hablando y, aun teniendo mejores ideas, ocupa su lugar y le da el lugar que le corresponde a su mentor, tutor o persona que ejerce autoridad sobre él. El discípulo es el que está convencido que, para poder dirigir, primero tiene que dejarse dirigir; que para poder enseñar primero debe aprender; que, para poder gobernar, primero debe aprender a ser gobernado. Todas las criaturas, absolutamente todas, estamos bajo una autoridad y debemos saber obedecer y respetar. El discípulo en la pedagogía de Jesús es el que está a los pies de su maestro escuchándolo y conociéndolo para después poder ser enviado como apóstol o testigo en medio de la comunidad. Un buen discípulo podrá llegar a ser un buen maestro; un mal maestro, con seguridad, no supo ser buen discípulo. Nunca podremos ser buenos maestros si a la vez no somos buenos discípulos. En los hogares de nuestra sociedad se requiere con urgencia hacer énfasis en la importancia de la autoridad de los padres. Por más modernos que sean los tiempos, no pierden vigencia las leyes, preceptos y mandatos del Señor. Hoy no ha perdido vigencia el cuarto mandamiento: “honrar a Padre y Madre”, entendido este mandamiento como saber escuchar, obedecer, respetar, colaborar y ser agradecidos con el padre y la madre, con los mayores y con quienes tienen autoridad sobre nosotros. Hoy es urgente que se rescate el respeto de la autoridad en la vida del hogar. No son los hijos los que ponen las normas en la familia. Son los padres los que deben trazar los lineamientos a seguir en la vida del hogar. De igual manera, en las instituciones educativas, los maestros deben volver a empoderarse de la autoridad y los alumnos deben darles a sus maestros el respeto y la gratitud oportunas. Los maestros son fundamentales en la vida de la sociedad y si le quitamos a los maestros su lugar y no los valoramos como lo que son, la sociedad sigue en picada. Si a la nave le quitamos su piloto, la dejamos sin dirección, a la deriva, y no llegará a buen puerto, lo más seguro es que se accidentará. Si la construcción no la traza un arquitecto y la dirige un ingeniero con seguridad que sufrirá problemas en los trazos, en la distribución de los espacios y lo más seguro es que al trascurrir el tiempo se notarán fallas estructurales. No debemos olvidar las normas de conducta, de urbanidad y la formación en ética y valores. Que error tan grande pensar que en una sociedad moderna ya no tienen cabida los valores éticos y las normas de buen comportamiento y de conducta, los buenos modales y el respeto a los mayores y a las autoridades. Que equivocados estamos cuando pensamos que entre “más cultos y más modernos”, podemos permitirnos ser irrespetuosos, arrogantes, ingratos e indiferentes con los que se han desgastado por construir familia, Iglesia y sociedad. En la Sagrada escritura encontramos que: “Con la misma vara con que midamos, seremos medidos” (Lucas 6, 38); y “Cada uno cosecha lo que siembra”. (Gálatas 6, 7). Todos los seres humanos estamos sujetos a una autoridad, querámoslo o no, entonces lo que nos queda es saber ser humildes, saber respetar, saber trabajar en equipo, dándole el justo lugar a cada persona y a cada cosa. Feliz y fructífero regreso de los estudiantes a sus labores académicas. Dios los bendiga, Sady Pbro. ![]() Todos los seres humanos hemos sido hechos del mismo barro y por la misma mano creadora; entonces si en lo más profundo de nuestro ser, la materia constitutiva es la misma, no debemos fijarnos en las diferencias externas como el color de la piel, el país de origen, la clase social, el credo, la política, el ser alto o bajo, gordo o flaco, rico o pobre, muy intelectual o poco preparado, porque todos tenemos la misma dignidad y tenemos todos un mismo origen y un mismo fin; la muerte no hace diferencia de personas y en la sepultura corre la misma suerte el rey que el mendigo, el blanco que el de color, el rico que el pobre. “Es algo triste e irremediable que pasar por podredumbre es una etapa y que al llegar a la bóveda in amable ninguno de descomponerse se escapa”. Todos los seres humanos tenemos la misma dignidad en cuanto que hemos sido rescatados al precio de la Sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo, para quien valemos mucho y en quien no hay acepción de personas. Nuestro cuerpo vuelve a la tierra y lo único que perdura hasta la eternidad es el amor que le hayamos ofrecido a nuestro prójimo, por eso santa Teresa de Calcuta decía: “Voy a pasar por esta vida una sola vez. Cualquier cosa buena o amabilidad que yo pueda hacer a alguna persona debo hacerla ahora, porque no pasaré de nuevo por aquí”. El Apóstol Pablo en la carta a los Gálatas nos dice: “Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa” (Gal 3, 27- 29). Los seres humanos hemos creado estratos, fronteras, etiquetas y diferencias, pero ante Dios todos somos iguales; en 1 Samuel encontramos: “Pero el SEÑOR dijo a Samuel: No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón”. (1 de Samuel 16, 7). Y Nelson Mandela nos dice: “nadie nace odiando al otro por el color de su piel, su origen o su religión. El odio se enseña, y si se puede aprender a odiar, también se puede enseñar a amar”. Al hablar de una sociedad moderna y de avanzada, con grandes adelantos de la ciencia y de la técnica, donde los medios de comunicación, las redes sociales y la tecnología de punta han llegado a su máximo auge, no se entiende como no podemos trabajar cada día por hacer que la libertad, la igualdad, la equidad, la justicia y las posibilidades para todo sean una realidad. Debemos convencernos que la igualdad puede lograrse y debemos luchar por ella en procura de una vida digna para todos los seres humanos. Reflexionemos al respecto de lo que nos dice Jean Jacques Rousseau: “La igualdad en la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse”. No podemos ser tan ciegos como para no ver y tan sordos como para no oír que el mundo grita sin cesar que nos urge empeñarnos por reducir la desigualdad social y que esta solo se dará en la medida en que trabajemos por cambiar y transformar realmente los sistemas económicos, con justicia y equidad; las políticas migratorias con solidaridad y pensando en favorecer, no perseguir ferozmente a los que buscan salvaguardar su vida y vislumbrar mejores posibilidades; ofreciendo posibilidades de empleos dignos, no a través de la burocracia sino de la competitividad; inyectando recursos en programas sociales, en educación y salud. Es vergonzoso que en pleno siglo XXI, cuando todos nuestros países celebran las fiestas de la independencia y la declaración de los derechos humanos, queramos retroceder implementando políticas represivas, de desigualdad y discriminación. Frances Wright afirma: “La igualdad es el alma de la libertad; de hecho, no existe libertad sin ella”. Ojalá comprendamos que no hay libertad sin igualdad, como no hay paz sin justicia ni auténtico desarrollo sin verdad. Dios los bendiga, Sady Pbro. Miremos la importancia fundamental de la familia en la vida de la sociedad y de la Iglesia. Si acudimos a la Sagrada Escritura, en el libro del Génesis 1, 27-28. 2, 23-25 encontramos: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla. “Y el hombre dijo: Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada mujer, porque del hombre fue tomada. Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Nos habla de una familia compuesta por un hombre y una mujer que se unen por amor, que comunican vida y están al servicio de la vida, que comprenden que se unen santamente para fundar una familia estable donde puedan nacer sus hijos y crecer en un ambiente favorable.
Si leemos en el Génesis todo el relato de la creación encontramos que el ser humano fue creado hasta el sexto día, ¿Por qué sería? ¿Será que las demás criaturas son más importantes que el hombre? Lógico que no. Dios crea al ser humano, solo después de haber creado el paraíso porque no lo quiso tirar al vacío. Lo puso en un lugar hermoso, donde se sintiera a gusto, confortable. Con esto nuestro amado Artífice, Dios, también está enseñando a sus hijos que para procrear es necesario tener un espacio agradable y amable a donde lleguen los nuevos seres y se sientan a gusto, en una armonía familiar donde hay la figura paterna y materna, donde hay seguridad y estabilidad emocional, donde se vive en amor y donde se tiene la seguridad de un clima de familiaridad, protección y seguridad para el sano crecimiento del nuevo ser, este espacio oportuno se llama familia, al estilo de la familia que nos pone como modelo nuestro Padre, Creador y Soberano: Dios nuestro Señor. Dios no es un solterón, sino una familia, la familia Trinitaria, modelo de toda familia, ya que cada una de las Divinas Personas, aunque tiene distintas atribuciones, tiene una única misión: la santificación y felicidad del ser humano. Si nos trasladamos al misterio de la Encarnación, cuando Cristo, no haciendo alarde de su categoría de Dios, se anonada y viene hasta nosotros, podemos advertir que, aunque fue engendrado sin el concurso de varón, quiso nacer en una familia donde recibiera el amor, el cuidado, las orientaciones y las provisiones de un padre y una madre, por la importancia de crecer teniendo bien presente y como modelo de vida las figuras paterna y materna. Necesitamos recobrar la importancia de la familia, no según los prototipos de la modernidad que desfiguran la original y autentica figura de la familia: hombre y mujer que viven unidos a su Creador, en amor, armonía y colaborándole, como co-creadores, transmisores y custodios de la vida. No se puede perder de vista la gran importancia de la figura paterna en la vida de la familia. La figura de padre y esposo es muy importante en la vida familiar. No es lo mismo cuando un hogar cuenta con la bendición de tener un papá que muestra amor, cuidado, protección y la capacidad de ser proveedor, a cuando una mujer como cabeza de hogar le toca sola ser papá y mamá. El esposo debe ejercer su papel de liderazgo iniciando con su propia relación espiritual con Dios y sirviendo como ejemplo para que los demás miembros de la familia se acerquen al Señor y después de conocer y amar al Señor y sintiendo fuerte su presencia en él, ayude a infundir en los suyos las virtudes y los valores evangélicos. En el mes de junio, cuando la sociedad de consumo nos invita a celebrar el día del Padre de familia, debemos aprovecharlo todos para replantearnos la importancia del Papá en la vida del hogar. Debemos respetarlos y demostrarles más amor, gratitud y cariño. No podemos dejarnos enredar por las ideologías modernas de pensar en otra figura de familia, distinta a la que nos propone nuestro Buen Dios. No podemos dejarnos enredar por las falsas ideas de la sociedad moderna de creer que da lo mismo con que haya o no haya la figura paterna en la vida del hogar. Muchas gracias papás por su misión, su compromiso y su responsabilidad para querer fundar santamente una familia, comunicar responsablemente el don de la vida y querer ser su proveedor y custodio. ¡Feliz celebración del Padre de familia! Dios los bendiga, Sady Pbro. |
KWMC
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