Semillas De Esperanza“NADA MÁS PERFECTO QUE EL AMOR”El Señor Jesucristo nos dice: “Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos” (Jn 15,13). El verdadero amor me lleva no a buscarme a mí mismo, que es egoísmo, sino a buscar a los demás, a pensar en el bien y en la felicidad del otro. El que se ama así mismo no puede amar a los demás, no puede pensar en el bien común y en el bien de su prójimo, ni puede amar a Dios por encima de todo y de todos. El que se ama a si mismo busca sus éxitos personales y su exaltación, el que ama a su prójimo busca el bien común, la promoción del otro y la gloria de Dios. “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Co 13, 4-7). Necesitamos pedirle a Dios la gracia de aprender a amar, no solo amarnos a nosotros mismos, sino amar a nuestro prójimo y amarlo, adóralo y glorificarlo a Él.
En este mundo movido por el egoísmo, en el que primero estoy yo, segundo yo y tercero yo. En este momento histórico del consumismo en el que aprendemos a “úselo y bótelo” y como nos dice el Papa Francisco en esta cultura de la indiferencia ante las dificultades del otro y del descarte, es necesario que rescatemos el significado del amor y queramos proponernos el trabajo de construir una cultura del amor y de la solidaridad donde nos preocupemos más por el otro, por mi prójimo, saliendo de nosotros mismos y poniéndonos en camino al encuentro del otro, de la ayuda mutua, del cuidado y la preocupación por los demás. En el momento presente necesitamos hacer nuestra, con toda la decisión la espiritualidad de Juan el Bautista: “Es necesario que yo disminuya para que Él crezca” (Jn 3,30). Juan Bautista lo decía refiriéndose a Nuestro Señor y al referirse al Señor indiscutiblemente hay una relación con nuestro prójimo. Nosotros parafraseando con el Bautista, en las relaciones interpersonales debemos decir con frecuencia: “Es necesario que yo disminuya para que ellos crezcan”, en cuanto que el Apóstol y evangelista San Juan en su primera carta nos dice: “Si alguno dice: “Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de El: que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn 4, 20-21). Debe haber una preocupación clara y constante en nosotros por no dejarnos enredar por este mundo egoísta que nos invita y enseña a buscarnos y consentirnos a nosotros mismos, para aprender a salirle al paso, buscar con actitud solícita y con caridad y amor sincero al prójimo. No podemos seguir apoltronados en la comodidad egoísta de nuestra propia persona, necesitamos advertir la urgencia de vivir en el dinamismo del encuentro, de la solidaridad y de la preocupación por el otro, por su bien, por su promoción. Este mundo congelado por el frio de la indiferencia y del egoísmo necesita de dolientes que se conmuevan y quieran transformar la realidad, para salir del egoísmo y crear un clima de calor humano donde vivamos en mayor fraternidad, solidaridad, justicia y paz. Si rompemos el hielo del egoísmo, la indiferencia ante el otro y el desamor, seguro que habrá la capacidad del encuentro fraterno donde haya más tolerancia y vivamos en justicia y paz. Si nos respetamos como personas con diferencias, pero con los deseos de caminar juntos y ayudarnos a superar los obstáculos y dificultades, llegaremos con menores esfuerzos y en menor tiempo a la meta que nos hayamos trazado, porque cuando avanzamos juntos hacia la misma dirección nos podemos ir dando la mano y la unión hace la fuerza. Dios los bendiga, Sady Pbro. |
KWMC
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