Desde una perspectiva cristiana podemos concebir el origen de la acción de gracias como un gesto descendente, es decir que viene de una autoridad superior hacia nosotros; el deseo de Dios de salvar el mundo conllevó el acto grande y maravilloso de mandar al Hijo Unico al mundo para realizar la acción de Gracias por excelencia. San Pablo a los Romanos sumariza de manera sublime aquel acto divino. “…la justicia de Dios se ha manifestado…; todos pecaron y están privados de la obra de Dios y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada por Cristo” (Rom 3,21-25). Este acto maravilloso de Dios es el origen de toda verdadera acción de gracias para un creyente. Sentirnos elevados por la ternura de Dios a un nuevo estado es ya de por si una suficiente razón para exultar en gozo y acción de gracias. Así nuestra actitud hace Dios es una continua acción de gracias. Muchos pasajes en las Escrituras hablas múltiples veces de cómo los que experimentaban la acción salvadora de Dios le agradecían con palabras hermosas y sobrecogedoras. Uno de esos episodios mas elocuentes lo encontramos en el pasaje de Lucas. La Virgen María, habiendo recibido la misión divina de ser la Madre del Salvador, canta el maravilloso canto del Magníficat (Lc 1,46ss). Una predecesora suya en el Antiguo Testamento, Ana, también lo hace con similares palabras (I Sam 2,1ss). En este tiempo de la Nueva Alianza en Jesucristo también damos gracias por la obra maravillosa de la creación. En este caso la Acción de Gracias que celebramos en este mes tiene raíces profundas en este sentido. Los peregrinos y los indígenas dieron gracias por la creación que juntos compartían. Dicho significado hunde sus raíces en tradiciones semejantes en las tierras europeas cuando los campesinos daban gracias a Dios por el fruto de una cosecha abundante. Recoger los frutos que Dios hizo fructíferos era razón suficiente para dar gracias. Nuestro país ha pasado del mundo agrícola al mundo industrializado; lo agrícola ha dado paso a la tecnología, pero igual todo conocimiento y progreso vienen unidos a la mente humana creadora y ésta a su vez viene de la mente sabia de Dios. Todos nosotros como la gran familia humana damos gracias a Dios por la creación, por el trabajo que santifica el mundo, por los bienes materiales y espirituales. La familia doméstica es la primera que debe dar gracias infinitas a Dios creador. En esta Acción de Gracias no olvidemos llevar lo mejor de nosotros a los encuentros familiares y sociales, pues ellos dicen mucho de lo que eres. No olvides agradecer a Dios por lo que tienes y dale gracias por lo que tendrás; pues el Señor abre los caminos del inocente y hace tropezar a los pecadores en sus iniquidades. P. Cesar A. Betancourt. |
KWMC
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