Semillas De Esperanza Que hermosa escena, a la que muchas veces no le damos toda la importancia que tiene: “Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo preferido, dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu Madre””. (Jn 19,26) … El amor infinito y misericordioso de nuestro Señor Jesucristo no le permitió ahogarse en el dolor y olvidar el cuidado cercano que nos ofrecería aun después de su retorno a la derecha de su Padre, donde vivía desde siempre, sino que aún en medio de su pena y después de habernos prometido que regresaba al cielo, no para dejarnos solos, sino para enviarnos al Paráclito que abogaría por nosotros y que asistiría a toda la humanidad extendida entre los cuatro puntos cardinales de la tierra y a través de todos los momentos de la historia, ahora en medio de su sufrimiento hasta el extremo, nos muestra el amor hasta el extremo que nos tiene: “Ahí tienes a tu Madre” a quien acompañarás y llevarás a tu vida, porque ella te acompañará y te auxiliará e intercederá por ti en los momentos más cruciales de tu existencia. Que cuadro tan perfecto en el que se nos muestra una vez más a Nuestro Señor amorosamente compadecido y preocupado por el cuidado y el bienestar de la humanidad. Perfectamente se perciben los sentimientos de Jesús, resaltando los trazos del amor divino, de su misericordia infinita, de su compasión y ternura inagotables, de la entrega generosa, de la confianza sin sombras y del fino cuidado que nos ofrece. Nos deja a su santísima Madre, para que recibamos de ella, lo que Él recibió desde su concepción hasta la cruz, lo que Él recibió de ella en los momentos de gozo, como en los de luz, en los de dolor y en los de gloria. El Señor que conocía bien a su santísima Madre sabía que podíamos contar con su amor maternal y su poderosa intercesión. Nuestra Madre Santísima, tan obediente a los planes salvíficos de Dios, no ha vacilado en ningún momento en salir a auxiliar a sus hijos que sufren en los diferentes lugares del mundo y en los distintos momentos y circunstancias de la historia. En 1531 en medio de los azotes que vivía la raza Azteca por el rigor de la conquista y las epidemias que los doblegaban, aparece la santísima Virgen María, bajo la advocación de Guadalupe, en el cerrito del Tepeyac, para decirle en la persona de San Juan Diego, a quienes acongojados sucumbían: “Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?”. El viernes 26 de diciembre de 1586 a eso de las nueve de la mañana, en los tiempos en que cantidades de indígenas morían por la epidemia de la viruela, en Chiquinquirá Colombia, una india cristiana llamada Isabel, un niño mestizo de 4 años llamado Miguel y doña María Ramos vieron con asombro la transformación que se había operado en la pintura del cuadro de nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, pintura que después de estar tan deteriorada y abandonada ahora estaba “tan lúcida y renovada de alegres y celestiales colores que era una gloria el verla” y ahora es venerada en la basílica de Chiquinquirá como la reina y patrona de Colombia. Así en cada uno de los lugares de la geografía de todos los continentes de la tierra, ella, bajo diferentes advocaciones, sale al paso de cada uno de sus hijos que estamos pasando por alguna dificultad para decirnos: “No temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia, ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre?”. Hoy cuando nos azota el flagelo del coronavirus 19 necesitamos ponernos en el regazo maternal de la Emperatriz de las Américas, Santa María de Guadalupe, implorándole su amparo maternal, su intercesión ante su Hijo, el Rey de reyes y Médico de cuerpo y alma, para que mitigue el rigor de la pandemia mundial y nos permita superar este momento de peligro. Santísima madre, Santa María de Guadalupe, que hoy volvamos a escucharte: “¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?”. A tu auxilio nos confiamos, Madre de Dios y Madre nuestra, e imploramos tu protección para nuestros pueblos. Dios los bendiga, Sady Pbro. |
KWMC
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