NO PERDAMOS LA DIMENCION DEL DISCIPULADO
En el momento presente necesitamos aprender a ser discípulos, entendiendo que discípulo es el que escucha, se deja enseñar, sabe obedecer y acepta con humildad que puede aprender de otras personas. Un buen discípulo es el que aun conociendo de lo que le están hablando y, aun teniendo mejores ideas, ocupa su lugar y le da el lugar que le corresponde a su mentor, tutor o persona que ejerce autoridad sobre él. El discípulo es el que está convencido que, para poder dirigir, primero tiene que dejarse dirigir; que para poder enseñar primero debe aprender; que, para poder gobernar, primero debe aprender a ser gobernado. Todas las criaturas, absolutamente todas, estamos bajo una autoridad y debemos saber obedecer y respetar. El discípulo en la pedagogía de Jesús es el que está a los pies de su maestro escuchándolo y conociéndolo para después poder ser enviado como apóstol o testigo en medio de la comunidad. Un buen discípulo podrá llegar a ser un buen maestro; un mal maestro, con seguridad, no supo ser buen discípulo. Nunca podremos ser buenos maestros si a la vez no somos buenos discípulos. En los hogares de nuestra sociedad se requiere con urgencia hacer énfasis en la importancia de la autoridad de los padres. Por más modernos que sean los tiempos, no pierden vigencia las leyes, preceptos y mandatos del Señor. Hoy no ha perdido vigencia el cuarto mandamiento: “honrar a Padre y Madre”, entendido este mandamiento como saber escuchar, obedecer, respetar, colaborar y ser agradecidos con el padre y la madre, con los mayores y con quienes tienen autoridad sobre nosotros. Hoy es urgente que se rescate el respeto de la autoridad en la vida del hogar. No son los hijos los que ponen las normas en la familia. Son los padres los que deben trazar los lineamientos a seguir en la vida del hogar. De igual manera, en las instituciones educativas, los maestros deben volver a empoderarse de la autoridad y los alumnos deben darles a sus maestros el respeto y la gratitud oportunas. Los maestros son fundamentales en la vida de la sociedad y si le quitamos a los maestros su lugar y no los valoramos como lo que son, la sociedad sigue en picada. Si a la nave le quitamos su piloto, la dejamos sin dirección, a la deriva, y no llegará a buen puerto, lo más seguro es que se accidentará. Si la construcción no la traza un arquitecto y la dirige un ingeniero con seguridad que sufrirá problemas en los trazos, en la distribución de los espacios y lo más seguro es que al trascurrir el tiempo se notarán fallas estructurales. No debemos olvidar las normas de conducta, de urbanidad y la formación en ética y valores. Que error tan grande pensar que en una sociedad moderna ya no tienen cabida los valores éticos y las normas de buen comportamiento y de conducta, los buenos modales y el respeto a los mayores y a las autoridades. Que equivocados estamos cuando pensamos que entre “más cultos y más modernos”, podemos permitirnos ser irrespetuosos, arrogantes, ingratos e indiferentes con los que se han desgastado por construir familia, Iglesia y sociedad. En la Sagrada escritura encontramos que: “Con la misma vara con que midamos, seremos medidos” (Lucas 6, 38); y “Cada uno cosecha lo que siembra”. (Gálatas 6, 7). Todos los seres humanos estamos sujetos a una autoridad, querámoslo o no, entonces lo que nos queda es saber ser humildes, saber respetar, saber trabajar en equipo, dándole el justo lugar a cada persona y a cada cosa. Feliz y fructífero regreso de los estudiantes a sus labores académicas. Dios los bendiga, Sady Pbro. |
KWMC
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