Semillas De Esperanza: A MI MADRE LE DEBO OBEDIENCIA Y RESPETO!A MI MADRE NO DEBO ENJUICIARLA!4/30/2018 Dedico esta reflexión en primer lugar a la Santísima Virgen María, Madre y Reina universal de todo lo creado, quien me lleva a su amado Hijo Jesucristo. A mi Madre la Santa Iglesia Católica, quien me engendró en el santo bautismo y me amamanta con la fértil y sabrosa leche de los Sacramentos y su Doctrina. A mi querida Madre terrena, que como buena colaboradora en el plan de Dios me dotó de lo que soy y lo que tengo y está junto a Dios. A todas las madres quienes son la inspiración de sus hijos y a quienes después de Dios les debemos la vida y lo que somos. Si aún viven con nosotros, que reciban el ramillete de amor, paz, gratitud, respeto, admiración y felicidad plena. Si viven en la eternidad que gocen contemplando a Dios Amor, a quien le hicieron saborear ya desde la tierra.
El cuarto mandamiento de la ley Dio nos manda: “Honra al Padre y a la Madre”. Es el mandamiento que lleva consigo una promesa. En el libro del Eclesiástico (3, 1-16) encontramos una gran enseñanza que nos servirá para transformar las familias y el mundo en que vivimos. “El que respeta a su padre y a su madre reúne una gran riqueza… Recibirá alegría de sus propios hijos… Cuando ore el Señor lo escuchará…Tendrá larga vida… Será premiado por el Señor… Recibirá toda clase de bendiciones… Cuando esté en aflicción Dios se acordará de él… Aunque la inteligencia de sus padres se debilite, se comprensivo, no los avergüences”. Lo que le agrada al Señor es la obediencia y el respeto a los mayores, a nuestros Padres y a las instituciones legítimamente constituidas y al servicio del amor, de la verdad y de la vida. Vivimos en un mundo “modernista” y subjetivo que quiere ignorar, despreciar y devaluar los fundamentos, las raíces, los principios y los valores. ¿Por qué? Porque al súper hombre le molesta saber que hay un Ser Superior, que lo creó a su imagen y semejanza. ¡Pareciera que queremos volver a poner a Dios en el sepulcro! Queremos sentirnos “todopoderosos, grandes y fuertes”. Queremos sentirnos capaces de crear diosecitos a nuestra imagen y semejanza “que no nos hagan competencia”. Pareciera que el Dios Creador y Redentor nos estorba, nos resulta incómodo, nos destrona y arruina nuestros planes. Quizás queremos decir que no necesitamos de nadie ni de nada para nacer ni para existir. A Dios Padre y Creador lo hemos ido desplazando de todos los lugares de la sociedad: escuelas, gobiernos, estados, familias, instituciones, comunidades y corazones... Por eso ya no escuchamos su voz: ámense, respeten la vida, no cometan adulterio, perdónense, sean solidarios, honren al padre y a la madre… Por eso el mundo está herido y necesita hijos nobles que lo curen, que sean buenos samaritanos, que en gratitud den algo de todo lo que han recibido. No nos quedemos solo en preguntar: ¿Por qué ahora pasa todo esto...? ¿Dónde está Dios? Más bien, preguntémonos: ¿Qué lugar le hemos dado en nuestra vida y en nuestra sociedad a nuestro Dios Padre y Señor? Algunos, como mecanismo de defensa y proyectando lo que hay en lo profundo de su ser, hacen películas como el código da vinci, escritos, chistes, material sucio y comentarios malintencionados, para poner en tela de juicio la santidad de Cristo, la misión de sus apóstoles y la tarea de su Iglesia. Otros niegan la virginidad y/o la maternidad divina de María, creen que si la veneramos la estamos endiosando. Ella es la Madre de Dios y es Madre nuestra, no debemos irrespetarla, negarla o ignorarla. Con respecto a nuestra Santa Madre Iglesia cuanto se dice para desacreditarla, deshonrarla y condenarla. Que este ratón se comió el queso y por lo tanto son todos los ratones… Que ¿por qué no se ha llevado a la palestra...? Que ¿por qué no se ha apedreado públicamente...? Juntemos más piedras “porque hoy si hay varios que pueden tirarlas”… Pongamos una jarra más grande, porque Poncio hoy necesita más agua… La Iglesia es Madre y una madre sabe criar, amamantar, cambiar pañal, poner crema para las quemaduras; sabe acariciar y corregir. La madre cuando corrige no sale a contarles a sus vecinos o, a informar a través de los medios de comunicación, las faltas de sus hijos y las correcciones o castigos dados; la madre sabe de confidencias que se convierten como en el sagrado e inviolable sigilo sacramental; no por eso la podemos juzgar ligeramente de alcahueta y encubridora. Que ingratos somos los hijos: a ese maravilloso ser que nos llevó en su seno, nos crió con singular ternura, se desveló y desvivió por nosotros, cuantas veces también la despreciamos, desobedecemos, ignoramos y olvidamos; a nuestras madres muchas veces no les damos el lugar que les corresponde y quizás como el hijo pródigo, solo en el momento de dolor advertimos lo perdido. A nuestras Madres démosles amor en vida. Si ya han partido a la eternidad, que nuestra ofrenda sea la ferviente oración y el llevar en alto la bandera de los valores que pusieron en nuestro Corazón. Madre es Madre y se respeta, Madre es Madre y no hay que apedrearla, y, si no tengo madre, como buen ciudadano, debo tener sensatez, para respetar el Corazón y los sentimientos de los que son hijos: no puedo en su cara abofetearla, deshonrarla y enjuiciarla. A todas las queridas Madres les deseo felicidades y bendiciones de parte del Señor y pido perdón por los malos momentos que les hemos hecho pasar; perdón por los silencios, las ausencias y las ingratitudes; perdón por las indiferencias, las tardanzas y las desobediencias; perdón por las veces en que no hemos puesto la cara en su defensa. Que Dios nos regale la gracia de advertir que todos los días son día de la Madre; más aún, que toda nuestra vida sea expresión del amor a nuestras Madres. Muchas felicidades. (Artículo reformado de uno que hice en el 2011 para el boletín de la Parroquia San Felipe Benizi en Poteet TX.) Sady Pbro. |
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