¡Claro que resucitó! Y con más ímpetu que antes, se levantó glorioso, en los que mantienen viva la esperanza, en los que sirven por amor y se entregan por el bien de los demás. Se levantó con fuerza, se levantó radiante, se levantó con ánimo para decirnos que la vida sigue, que las esperanzas son las ultimas que se pierden. Que en la vida necesitamos afrontar las crisis, los problemas, los sufrimientos y las dificultades. Necesitamos vivir la cuaresma de nuestra vida como tiempo de purificación, reflexión y preparación; es necesaria la conversión; es necesario morir, para poder emprender el camino de resurrección. Necesitamos cambio, renovación y sanación. Se levantó de veras, se levantó a nuestro lado, se levantó para decirnos, que no nos quedemos parados, que avancemos hacia Él, que nos encamínenos hacia nuestros hermanos, que no nos dejemos inundar de pánico, que debemos poner nuestra confianza en quien nos ha creado, en quien nos ha redimido y en quien nos ha santificado. No podemos retroceder ni quedarnos estáticos, es necesario seguir adelante, para ver un nuevo amanecer. En el camino encontramos piedras, tropiezos y cruces; amistades, miedos y sin sabores; dolores, enfermedades y pandemias; perdón, rencores y amores; odios, incertidumbres y luces; esperanzas, sueños e ilusiones. Jesucristo para entregarnos la bandera de la victoria, no fue andando entre flores, nos enseña: “el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de Él, la hallará” (Mt 16,25). Él Resucitó en los que fueron generosos, sirvieron y se entregaron. En los que murieron para dar vida y en los que viviendo todo lo han dado. En este año, en medio de las tinieblas y las sombras de muerte, despunta una gran luz, irrumpe el Señor Resucitado para decirnos: “Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.” (Jn 16,33). “Dichosos los que sufren, porque serán consolados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5, 5. 7). “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20c). Cristo Resucitado se hace compañero de camino, se hace camino e invita a participar en su reino a los que solidariamente y por amor se ponen en camino para auxiliar al enfermo, no interesando que enfermedad padezca, invita a participar de su Reino a los que consuelan al preso, a los que dan pan al hambriento y bebida al sediento, a los que visten al desnudo y hospedan al peregrino (Mt 25, 31-36). ¡No olvides! Cristo Resucitado a la vez es peregrino, meta y camino y con tu prójimo tu eres peregrino. No podemos olvidar que nosotros no somos el todo, solamente, somos parte de un todo y necesitamos unirnos Al que es la Vida, para poder tener vida. No hemos sido creados para morir, nacimos para vivir de eternidad; Cristo ha resucitado para desatarnos de las ataduras de la muerte, para que vayamos al cielo viviendo la libertad. Recordemos que, “aunque los Templos estén cerrados, la Iglesia sigue Viva, orante, y vigilante”. Estamos en comunión con Cristo y con nuestro prójimo, quedemos en comunión de oraciones. Que la experiencia dura que estamos viviendo, causada por la pandemia a nivel mundial, nos lleve a reencontrarnos con Cristo Resucitado que nos invita a escucharlo, a caminar con Él, a salir de las tinieblas del pecado dejándonos iluminar por la luz de la Verdad y a vivir en su gracia. Convenzámonos que Cristo Resucitado ahora más que nunca está entre nosotros y nos invita a confiar más que antes en El. Que Dios los bendiga, Sady Pbro. |
KWMC
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