Todos los seres humanos hemos sido hechos del mismo barro y por la misma mano creadora; entonces si en lo más profundo de nuestro ser, la materia constitutiva es la misma, no debemos fijarnos en las diferencias externas como el color de la piel, el país de origen, la clase social, el credo, la política, el ser alto o bajo, gordo o flaco, rico o pobre, muy intelectual o poco preparado, porque todos tenemos la misma dignidad y tenemos todos un mismo origen y un mismo fin; la muerte no hace diferencia de personas y en la sepultura corre la misma suerte el rey que el mendigo, el blanco que el de color, el rico que el pobre. “Es algo triste e irremediable que pasar por podredumbre es una etapa y que al llegar a la bóveda in amable ninguno de descomponerse se escapa”. Todos los seres humanos tenemos la misma dignidad en cuanto que hemos sido rescatados al precio de la Sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo, para quien valemos mucho y en quien no hay acepción de personas. Nuestro cuerpo vuelve a la tierra y lo único que perdura hasta la eternidad es el amor que le hayamos ofrecido a nuestro prójimo, por eso santa Teresa de Calcuta decía: “Voy a pasar por esta vida una sola vez. Cualquier cosa buena o amabilidad que yo pueda hacer a alguna persona debo hacerla ahora, porque no pasaré de nuevo por aquí”. El Apóstol Pablo en la carta a los Gálatas nos dice: “Porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo, de Cristo os habéis revestido. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa” (Gal 3, 27- 29). Los seres humanos hemos creado estratos, fronteras, etiquetas y diferencias, pero ante Dios todos somos iguales; en 1 Samuel encontramos: “Pero el SEÑOR dijo a Samuel: No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón”. (1 de Samuel 16, 7). Y Nelson Mandela nos dice: “nadie nace odiando al otro por el color de su piel, su origen o su religión. El odio se enseña, y si se puede aprender a odiar, también se puede enseñar a amar”. Al hablar de una sociedad moderna y de avanzada, con grandes adelantos de la ciencia y de la técnica, donde los medios de comunicación, las redes sociales y la tecnología de punta han llegado a su máximo auge, no se entiende como no podemos trabajar cada día por hacer que la libertad, la igualdad, la equidad, la justicia y las posibilidades para todo sean una realidad. Debemos convencernos que la igualdad puede lograrse y debemos luchar por ella en procura de una vida digna para todos los seres humanos. Reflexionemos al respecto de lo que nos dice Jean Jacques Rousseau: “La igualdad en la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse”. No podemos ser tan ciegos como para no ver y tan sordos como para no oír que el mundo grita sin cesar que nos urge empeñarnos por reducir la desigualdad social y que esta solo se dará en la medida en que trabajemos por cambiar y transformar realmente los sistemas económicos, con justicia y equidad; las políticas migratorias con solidaridad y pensando en favorecer, no perseguir ferozmente a los que buscan salvaguardar su vida y vislumbrar mejores posibilidades; ofreciendo posibilidades de empleos dignos, no a través de la burocracia sino de la competitividad; inyectando recursos en programas sociales, en educación y salud. Es vergonzoso que en pleno siglo XXI, cuando todos nuestros países celebran las fiestas de la independencia y la declaración de los derechos humanos, queramos retroceder implementando políticas represivas, de desigualdad y discriminación. Frances Wright afirma: “La igualdad es el alma de la libertad; de hecho, no existe libertad sin ella”. Ojalá comprendamos que no hay libertad sin igualdad, como no hay paz sin justicia ni auténtico desarrollo sin verdad. Dios los bendiga, Sady Pbro. |
KWMC
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