Hoy cuando el mundo se enfrenta a una situación inesperada, el covid 19, para la que no estábamos preparados, o por lo menos, las grandes mayorías no lo estábamos, cuando hay tantos dimes y diretes, cuando cada uno opina; nosotros los que creemos en la fuerza del Amor, los que creemos en la Vida, los que estamos convencidos en la poderosa e incomparable victoria del Rey de reyes y Señor de señores, del Amor de los amores que se dejó crucificar para liberarnos del virus del pecado y de la muerte, los que creemos en el poder de Dios Padre, quien levantó a Cristo de las profundidades del sepulcro, no nos podemos dejar enredar en especulaciones sin fundamento, en miedo, pesimismo y desesperanza. No podemos perder de vista que la fe del verdadero creyente se purifica en la prueba. En el libro del Eclesiástico (2, 1.9) encontramos: “Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia. Los que temen al Señor, esperen sus beneficios, el gozo duradero y la misericordia.” Dios no nos manda males, porque un padre no quiere el mal para sus hijos, pero Dios permite estas situaciones como señales de tránsito que nos indican que vamos por caminos equivocados, quizás en contra vía y si no nos detenemos y cambiamos de ruta, nos accidentaremos, expondremos nuestra vida y la vida de nuestros semejantes. El verdadero cristiano necesita asumir la cruz, cuando esta nos visita. No la asumiremos con actitud de alegría y regocijo, tampoco con resignación y conformismo, pero si con paz, amor y con la certeza que ella nos servirá de puente para cruzar la frontera de lo superfluo y mundano para entrar en lo verdadero, indispensable y celestial. San Teodoro Estudita, en la disertación sobre la preciosa y vivificante Cruz de Cristo, nos dice: “¡Oh don valiosísimo de la cruz! Se trata, en efecto, del leño que engendra la vida, no la muerte; que da luz, no tinieblas; que introduce en el Edén, no que hace salir de él. La cruz es el madero al cual subió Cristo, como un rey a su carro de combate, para, desde él, vencer al demonio, que detentaba el poder de la muerte, y liberar al género humano de la esclavitud del tirano”. No debemos buscarla, pero si nos la encontramos: ¿Por qué rechazarla? ¿Para qué arrastrarla? Asumamos este momento que vive el mundo con fe, con esperanza, con actitud de cambio, como oportunidad para replantearnos la vida y buscar la conversión. Necesitamos desde el corazón decir como el Apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4,13) y “Si el Señor está con nosotros, quien podrá contra nosotros” (Rom 8, 31). Es una gran verdad que la humanidad está atravesando por un momento bien complejo y difícil. Es cierto que debemos ser bien prudentes, obedeciendo, quedándonos en casa y tomando las precauciones necesarias para que el virus no se siga extendiendo más rápidamente; es una gran verdad que todos nos vemos afectados en aspectos laborales y financieros, especialmente los más desfavorecidos. Sin embargo, miremos la otra cara de la moneda: ¿Dónde está nuestra esperanza? Es fácil creer cuando todo nos sale bien, pero en el momento de prueba es donde podemos advertir que tan madura es nuestra fe. ¿No será este momento de crisis una oportunidad para afianzarnos como guerreros fuertes que no se rinden, por el contrario, luchan valientemente para salir vencedores en la batalla, con la confianza que Dios pelea de nuestra parte? ¿No será este un momento propicio para despertar del estancamiento y el conformismo y ver horizontes, metas y alternativas nuevas? Esta dificultad que vive la humanidad, ¿No será una valiosa oportunidad para retomar los valores que hemos desechado? ¿No será el momento de volver a Dios? Si usted está diciendo que este encierro lo mata, que está cayendo en estrés, que está aburrido, “no se aburra”; esta es una gran oportunidad para sentarse un rato en silencio, reflexionar y encontrarse consigo mismo, de pronto por el corre corre del día a día, había abandonado este espacio oportuno y estaba perdiendo su identidad y el sentido de su vida. Quizás puede aprovechar este aislamiento como gran oportunidad para hacer de su hogar una pequeña Iglesia doméstica donde se reencuentre y propicie el encuentro de sus seres amados con Dios, quien le da sentido a nuestra existencia, da paz, fortaleza y luz para avanzar en el camino. Aprovechemos este momento como instrumento oportuno para compartir con nuestra querida familia. Recordemos: después de Dios, nuestra familia es el bien más preciado que tenemos. Puede aprovechar la oportunidad para limpiar y reorganizar su casa de habitación y su casa interior. No engrosemos las filas de los que, especulando detrás de las redes, siembran desesperanza, miedo y desconcierto, subámonos al tren de los que creen, esperan, son positivos y luchan por salir fortalecidos y victoriosos de las batallas. Todo va a depender de como vemos esta situación difícil que estamos viviendo, como un obstáculo infranqueable que nos paraliza y derriba o como la oportunidad de nuestra vida para hacernos fuertes guerreros que buscan alternativas, trabajan por la superación con dinamismo y alcanzan el éxito. Orison Swett Marden, dice: “No se sale adelante celebrando éxitos, sino superando fracasos”. Queramos ver el mundo con ojos nuevos, reemprendamos nuestra vida guiados por la sabiduría que nos viene de lo alto. Los mantengo constantemente en mis oraciones. Dios los bendiga, Sady Pbro. |
KWMC
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