Hemos sido creados y después de la caída rescatados por el Señor Jesucristo, para vivir en libertad. “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud” (Gálatas 5,1). La verdadera libertad consiste en usar lo que tenemos, no dejarnos usar de lo que tenemos; manejar nuestros instintos y emociones, no dejarnos manejar por ellos; tener dominio de nuestros pensamientos, palabras y acciones, no permitir que estos nos dominen; ser dueños de nosotros mismos y dejar que los otros sean dueños de sí mismos, no dejar que otros nos manipulen o que nosotros manipulemos a los demás. Nelson Mandela nos dice: “Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás”.
Hemos sido creados libres y para la libertad. Él Creador sabe respetarnos y nos pide que respetemos a nuestro prójimo y nos hagamos respetar. “Cuando mueren los apegos, nace la libertad”. No podemos permitir, por tanto, que los bienes materiales, las ideologías, las tentaciones del poder, del placer o del tener, los vicios, los apegos ni las personas nos esclavicen. “Les hablo así, hermanos, porque ustedes han sido llamados a ser libres; pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones. Más bien sírvanse unos a otros con amor” (Gálatas 5, 13). Regularmente creemos que la esclavitud consiste exclusivamente en el dominio que ejercen los pueblos o personas sobre los demas y en este sentido pensamos que al llevar tiempo de haber sido abolida legalmente entonces ya no existe. También nosotros con frecuencia tenemos la concepción que los únicos que han perdido la libertad son los que están encerrados tras unos barrotes en la cárcel. No nos damos cuenta que en repetidas ocasiones hemos perdido la libertad. Somos esclavos o prisioneros del pecado, no somos dueños de nosotros mismos y a veces somos muy manipulables, perdiendo la capacidad de auto determinarnos. “Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos” (Efesios 5,15-16). Vivimos un momento histórico en el que se pretende imponer el relativismo a través del cual se nos quiere hacer creer que “los puntos de vista no tienen verdad ni validez universal, sino que solo poseen una validez subjetiva encuadrada en los diferentes marcos de referencia, o que no hay bien o mal absolutos, sino dependientes de las circunstancias concretas”. Vivimos en un mundo cargado de nuevos yugos que oprimen y en el que quieren que reine la descomposición social. Vemos como se promueve y se exalta el error, el pecado, la maldad y como se condena con dureza al pecador, al que cae, al que se deja atraer por las malévolas ofertas; contrario a la actitud de Cristo que condena el pecado y ama y rescata al pecador y promueve el bien y la verdad. En ese sentido vale la pena tener en cuenta el mensaje que San Juan Pablo II dirigió con motivo de la XII Jornada mundial de la juventud y que hoy debemos asumir todos los que nos sintamos llamados a hacer frente a los retos del mundo actual: “Vivimos en una época de grandes transformaciones, en la que declinan rápidamente ideologías que parecía que podían resistir el desgaste del tiempo, y en el planeta se van modificando los confines y las fronteras. Con frecuencia la humanidad se encuentra en la incertidumbre, confundida y preocupada (cf Mt 9, 36), pero la Palabra de Dios no pasa; recorre la historia y, con el cambio de los acontecimientos, permanece estable y luminosa (Mt 24, 35). La fe de la Iglesia está fundada en Jesucristo, único Salvador del mundo: ayer, hoy y siempre”. Estamos llamados desde el momento de la creación a vivir libres y a trabajar por la libertad. Que ni la pobreza, ni la riqueza, ni el sufrimiento, ni las ideologías, ni el enojo, ni el odio, ni el relativismo, ni la maldad, ni la guerra, ni los vicios nos subyuguen y nos hagan perder la dignidad. Con conciencia clara debemos luchar por vivir con transparencia y procurar el respeto de la dignidad humana, la solidaridad, el amor y la verdad, escuchando y viviendo lo que nos dice el Señor: “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8, 31). Dios los bendiga. Sady Pbro. |
KWMC
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