Jesucristo, Buen Samaritano, se compadece de nosotros asaltados, heridos, y tendidos en el camino. El Buen Samaritano, Jesús, baja de la Jerusalén del Cielo a la Jericó del mundo en que vivimos para salirnos al paso a nosotros los heridos por el pecado y la muerte eterna y nos cura con “el aceite del consuelo y el vino de la esperanza” de los sacramentos. Sube al Tosco Leño para salvarnos, levantarnos del traspié y sanar nuestras heridas. La cabalgadura en que nos monta es su cruz victoriosa con la que nos libera de la condena eterna. El mesón al que nos lleva es a su Iglesia, que en palabras del Papa Francisco debe ser como un hospital de campaña que se hace cercana y próxima a la gente. Después de tener ese encuentro con Él y recibir su misericordia y compasión nos pide que nosotros también vayamos por el mundo compadeciéndonos de los que sufren. Proveyéndonos de lo necesario para esta misión, nos dice: si hace falta algo se lo pagaré a la vuelta; el día del juicio final.
En la Última Cena nos dijo: “Yo les he dado ejemplo, hagan ustedes lo mismo”. ¿Qué estamos haciendo por nuestro prójimo? Medita estas frases y ve cómo las aplicas a tu vida de cristiano: “Voy a pasar por esta vida una sola vez. Cualquier cosa buena o amabilidad que yo pueda hacer a alguna persona debo hacerla ahora, porque no pasaré de nuevo por aquí”. (S. T. de Calcuta). A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota. (S. T. de Calcuta). No podemos hacer grandes cosas, sólo pequeñas cosas con gran amor. (S. T. de Calcuta). No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar. (S. T. de Calcuta). “Aléjame de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños”. (Khalil Gibran). “Señor, que yo nunca alcance la grandeza que impide abajarse a los pequeños, la sabiduría que hace perder la sensibilidad y la riqueza que quita la felicidad”. (Sady Pbro.). “La caridad para con nuestro prójimo es el puente que nos permite cruzar el río fronterizo entre el cielo y la tierra, sin ahogarnos ni mojarnos” (Sady Pbro.). “El amor y la caridad para con nuestros semejantes es la llave y la visa que abren la puerta fronteriza entre el cielo y la tierra”. (Sady Pbro.). El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables”. (Huang Shi Quang). La inolvidable parábola del buen samaritano es un llamamiento al cristiano a amar al prójimo, especialmente a los más menesterosos. En esta parábola, varios transeúntes vieron al hombre que yacía medio muerto a la orilla del camino, pero sólo un extranjero y enemigo fue quien se le acercó y tuvo compasión de él. Salgamos al encuentro de tantos hermanos con quienes nos cruzamos en el camino diario y que sufren por los golpes de la vida: Inmigrantes, encarcelados, enfermos del cuerpo y del alma, marginados, desempleados, excluidos de la sociedad, desterrados por la violencia, viciosos, pecadores públicos a quienes señalamos con el dedo y a los que están en sus casas pero no se acercan a la Iglesia. Alcémoslos, vendemos sus heridas, ofrezcámosles nuestro tiempo, nuestro cariño, escuchémoslos, démosles lo mejor de nosotros mismos, ofrezcámosles oportunidades para reincorporarse a la sociedad, ayudémoslos a vislumbrar nuevos caminos y convirtámonos para ellos en medicina que ayude a paliar su dolor y a curar su enfermedad. Pongámosle amor a la vida y vida al amor. Sepamos vivir. Dios los bendiga. Sady Pbro. |
KWMC
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