El Valor De La Responsabilidad Como personas inmersas en una sociedad preocupémonos por construir nuestra vida y ayudar a construir la vida de los que están en relación con nosotros, o bajo nuestra responsabilidad, sobre una escala de valores auténticos, en un sentido general. Desde la dimensión espiritual debemos hablar de una escala de valores, principios y virtudes cristianos como fundamento sobre el cual se edifica una sociedad bien estructurada donde se procura el amor, la verdad, la justicia y la paz.
Uno de esos valores fundamentales para tal fin y que hoy queremos enfatizar es la responsabilidad. Entonces preguntémonos: ¿Qué es la responsabilidad? “La responsabilidad es una virtud que nos lleva a asumir las consecuencias de nuestros actos, resultado de las decisiones que tomemos o aceptemos. Ser responsable significa obedecer: obedecer a Dios y a Sus leyes, a la propia conciencia, obedecer a las autoridades, sabiendo que esa obediencia no es un acto pasivo, sino es la libre respuesta a un compromiso, a un deber. Ser responsable implica tener que rendir cuentas, no solo aguantar las consecuencias de la propia actuación”. Somos responsables de nuestros actos porque Dios nos ha creado a su imagen y semejanza: inteligentes, libres y capaces de amar y con nuestra inteligencia y libertad podemos asumir o rechazar una acción, haciéndonos por esto responsables de nuestras decisiones. El Catecismo de la Iglesia Catolica en el numeral 1730 nos dice: “Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. “Quiso Dios ‘dejar al hombre en manos de su propia decisión’ (Si 15,14.), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección”(GS 17): El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos. (S. Ireneo, haer. 4, 4, 3). De otra manera, don Amado Nervo en su poema “en Paz”, nos dice que nosotros somos responsables de las alegrías o las penas, de los éxitos o fracasos de nuestra vida: ‘Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la miel o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas”. Recordemos que nosotros somos co-creadores, seres en proyecto, no estamos acabados, sino que nos vamos haciendo día a día. El citado Catecismo de la Iglesia Catolica en su numeral 1736 nos dice: “Todo acto directamente querido es imputable a su autor: Así el Señor pregunta a Adán tras el pecado en el paraíso: ‘¿Qué has hecho?’ (Gn 3,13). Igualmente a Caín (cf Gn 4, 10). Así también el profeta Natán al rey David, tras el adulterio con la mujer de Urías y la muerte de éste (cf 2 S 12, 7-15)”. A veces irresponsablemente no asumimos las consecuencias de nuestras acciones, al igual que en el paraíso, e iniciamos el juego de pelota, lanzándole la responsabilidad a los demás, sin asumir con entereza la nuestra: “fue la mujer que me diste como compañera, fue la serpiente”, etc. Buscamos excusarnos de nuestras faltas detrás de responsabilidades ajenas. Es muy importante que se inicie a labrar el valor maravilloso de la responsabilidad desde la niñez, en el seno del hogar, pequeña Iglesia doméstica, y en la escuela, cuna de la sabiduría y donde se debe enseñar a vivir. Se debe enseñar a la niñez y a la juventud a asumir responsablemente sus acciones y la construcción de su vida. Si no le va bien en el estudio no es por culpa de los demás; si perdió una prueba no fue porque la maestra es mala, no lo quiere, le tiene cargadilla, sino porque no estudió, no asumió sus deberes, gastó el tiempo en las redes sociales o mirando televisión y por eso no estaba preparado y reprobó. No causó indisciplina porque sus amigos lo indujeron, sino porque no tuvo el valor de pensar lo que debía hacer correctamente. No llegó tarde porque sus hermanos se demoraron en el baño, o porque iban muy despacio en el auto, sino porque se trasnochó y le costó levantarse temprano. Necesitamos tomar conciencia de la necesidad de asumir responsablemente nuestras acciones, seguros que dependiendo de la madurez con que actuemos vamos a obtener los resultados para nuestra vida y la transformación de la sociedad. Próximos al regreso a la escuela, quiero saludar a los estudiantes plagiando con el poeta: Se acabaron las risueñas y amables vacaciones, los libros y lecciones ya vuelven a tomar y alegres como abejas que beben de las flores, regresen jovencitos a la escuela a estudiar. Dios los bendiga, Sady Pbro. |
KWMC
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